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LOS HIMNOS DE NUESTRO CONCILIO – Pbro Daniel de los Reyes V.

LOS HIMNOS DE NUESTRO CONCILIO

Resulta muy encantador hacer exegesis en los himnos oficiales de nuestro amado Concilio que la tesis de nuestro pentecostalismo se arraiga y centra en cuidar el espacio entre lo que creemos y hacemos, al igual de la manera en que se mantiene el equilibrio del desarrollo. La mística hecha poesía para ser cantada revela una de las fortalezas más profundas de nuestro movimiento, porque la fuente fluye desde adentro e impacta al colectivo del momento.

En el himno Avance Triunfal de cuya letra es autor el inolvidable Pbro. Rubén J. Arévalo se deja sentir el énfasis de la penetración a la campiña mexicana. En la primera estrofa selecciona una muestra del ADN a lo que denomina emblemas sacrosantos. Tales como, compañerismo leal, fraternidad, convivialidad, unidad en Cristo, en verdad y la hermandad. Ya para entonces los acordes y melodía compuestos por el hermano Elías Mansur han despertado el espíritu de la congregación para salir al encuentro de las emociones litúrgicas más ricas y delicadas.

En la segunda estrofa el énfasis es la visión de multitudes que se han de conquistar con el amor de Dios. La tercera estrofa es la exaltación de la identidad en el avivamiento de la fe pentecostal y asambleísta. En la cuarta estrofa parece temprano, pero antes que sea tarde hay una reiteración acerca de la misión irrenunciable del deber.

En la reiteración del coro una y otra vez se encuentran los elementos esenciales para dejar lo suficientemente aclarado que la labor es con fe y amor. Que somos fieles al mensaje pentecostal. Que no desmayamos al anuncio escatológico. Que la norma infalibles es la Palabra que nos sostiene y al final muestra la mística de las señales siguiendo con elocuencia al predicador en cuyo auxilio viene Jesús a presentarse.

Juan C. Orozco utilizó el poder de la himnología como grito de guerra para el avance del movimiento. El mismo compuso cantos y coros. Sobre Avance Triunfal siempre hacía referencia  a este himno así: ¡Que dicha será para nos: estímulo, música y letra, que este canto espiritual desborde nuestra alegría, derrumbe nuestra tristeza, afirme nuestros pies y encienda todos los corazones, cuyos oídos lo escuchen y cuyas bocas lo exalten!

Cuantas veces oímos y vimos al Pbro. Guillermo Fuente dirigir el himno con pasión y sentido devocional. En los momentos más álgidos de las discusiones por los cambios, levantarnos de las bancas para cantarlo fue un tiempo de sosiego y descanso. Las discusiones vendrían en algunos casos más mesuradas en otras ni así se atemperaban.

Para mi padre, Alfonso de los Reyes Valdez,  su mes emblemático fue octubre, 1933 ese mes nació.  Al mismo tiempo que las lunas hermosas, la reforma protestante es tema indispensable en su discurso de siempre. Ese mismo mes, pero de 2014 y a los 81 años partió a su destino final. Rafael Josafat su cuarto hijo le puso los tres cantos que más le gustaban. Castillo Fuerte es nuestro Dios, de Martín Lutero. ¡Cuán Grande es Él! De Carl Boberg, Clásico de clásicos y Avance Triunfal, con la letra de Arévalo y música de Mansur. Con este último hizo arribo a la eternidad en donde ya descansa con el Señor.

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Bien dijo uno de los más brillantes egresado de Elim de cuyo nombre no quiero acordarme: cuando de liturgia se trata, ¡hay que tener cuidado de no arrancherar la himnología! Porque no somos bestias de carga, somos un coro de solemne voces redimidas, hagamos honor a nuestra vocación. Por lo que hay que cuidar que no se ejecute con el estilo del mariachi ni del acordeón de polkas ni de la marimba ni la banda de rock.

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